Tigre se debía y le debía un triunfo ante su gente. En casa, donde todo le cuesta más. El partido era propicio por la debilidad de su rival pero también tenía servida la mesa ante Lanús y tiro el mantel antes de empezar a comer.
Y no empezó bien el Matador. Atlético Tucumán con la soga al cuello planteó el partido desde la formación inicial muy ofensivo y eso fue lo que hizo. Salió al ataque sin miramientos y en pocos minutos llenó centros y tiros de esquina a un Tigre que no reaccionaba.
Pero claro. La tibieza del conjunto de Mario Gómez demuestra el porque de su situación tan comprometida. Y como no podía ser de otra manera, cuando más cerca parecía la visita de abrir el marcador apareció Tigre. Centro pasado de Martín Morel para Brian Rodríguez, tan pasado que la pelota le cayó en los pies a Carlos Fondacaro que apareció con sorpresa y definió sin contemplaciones ante el arquero tucumano.
A partir de allí todo se simplificó. Atlético se empezó a perder en su impotencia y Tigre iba creciendo en su rendimiento. Así fue que llegó el segundo. Ramiro Leone, de gran partido, ingresó al área con peligro y Javier Paez torpemente le comete penal. Penal que es convertido en gol por Carlos Luna. Así terminó el primer tiempo y se podría decir que el partido. El segundo tiempo solo había que transitarlo con precaución y nada más.
Es cierto que la visita en el complemento nunca se entregó pero salvo Juan Pablo Pereyra que quiso jugar el partido de su vida, nadie tenía la respuesta futbolística para hacerle mella a la defensa y sobre todo a un arquero de gran momento que respondió en las situaciones esporádicas a favor de la visita.
En ese contexto Tigre llegó al tercero merced al segundo grosero error de Javier Páez y a la persistencia de Carlos Luna, que provocó dicho error. De esa forma el Chino llegó al tope de los goleadores del torneo. Solo quedó tiempo para el descuento de Fabio Escobar y de esa forma cerrar una tarde-noche en la que Tigre volvió a sonreír en su casa y de apoco va llegando al objetivo que se autoimpuso de 25 puntos. Solo faltan 4 y muchas fechas para lograrlo.
Y no empezó bien el Matador. Atlético Tucumán con la soga al cuello planteó el partido desde la formación inicial muy ofensivo y eso fue lo que hizo. Salió al ataque sin miramientos y en pocos minutos llenó centros y tiros de esquina a un Tigre que no reaccionaba.
Pero claro. La tibieza del conjunto de Mario Gómez demuestra el porque de su situación tan comprometida. Y como no podía ser de otra manera, cuando más cerca parecía la visita de abrir el marcador apareció Tigre. Centro pasado de Martín Morel para Brian Rodríguez, tan pasado que la pelota le cayó en los pies a Carlos Fondacaro que apareció con sorpresa y definió sin contemplaciones ante el arquero tucumano.
A partir de allí todo se simplificó. Atlético se empezó a perder en su impotencia y Tigre iba creciendo en su rendimiento. Así fue que llegó el segundo. Ramiro Leone, de gran partido, ingresó al área con peligro y Javier Paez torpemente le comete penal. Penal que es convertido en gol por Carlos Luna. Así terminó el primer tiempo y se podría decir que el partido. El segundo tiempo solo había que transitarlo con precaución y nada más.
Es cierto que la visita en el complemento nunca se entregó pero salvo Juan Pablo Pereyra que quiso jugar el partido de su vida, nadie tenía la respuesta futbolística para hacerle mella a la defensa y sobre todo a un arquero de gran momento que respondió en las situaciones esporádicas a favor de la visita.
En ese contexto Tigre llegó al tercero merced al segundo grosero error de Javier Páez y a la persistencia de Carlos Luna, que provocó dicho error. De esa forma el Chino llegó al tope de los goleadores del torneo. Solo quedó tiempo para el descuento de Fabio Escobar y de esa forma cerrar una tarde-noche en la que Tigre volvió a sonreír en su casa y de apoco va llegando al objetivo que se autoimpuso de 25 puntos. Solo faltan 4 y muchas fechas para lograrlo.
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